Un domingo invernal como otro cualquiera, pero con la suerte de que el frío matinal se vuelve calor primaveral en cuanto el sol se despega un poco del suelo. Un calor que a veces se tornó agobiante por el desafío que nos propusimos: Subir hasta el torreón por el camino de Candespina, es decir bajo los escarpes del Ebro.
Salimos como otras veces desde la pasarela del Voluntariado (los hermanos Marín; Javier y Roberto, Ángel y José Manuel) en dirección a los Galachos de Juslibol, aunque la elección de rodar por las sendas en lugar de por pista nos supuso ganar algunos gramos de peso en forma de barro. Una vez en los Galachos nos dirigimos hasta la Alfocea, donde tomamos la pista que sale a la izquierda del pueblo donde dice "Cuidado, desprendimientos". La pista es bastante cómoda, aunque en seguida muestra su carácter arisco con sus continuas rampas, unas más duras que otras. Los enlazados "subibajas" ponen a prueba la preparación física de nuestras piernas, especialmente en la última subida, dirección a la Atalaya, una prolongada ascensión, a veces llevadera, no exenta de innumerables trampas en forma de roderas causadas por el agua en el suelo calizo.
Una vez arriba, admiramos el bello paisaje que no siempre la niebla del valle lo permite. Comemos algún que otro tentempié y volvemos por el mismo sitio. La bajada nos dio algún susto, pues lo descompuesto del terreno la hace peligrosa. La vuelta terminó de sacar de nuestros cuadriceps lo que quedaba en ellos, Puesto que había que volver por los mismos "toboganes" de la ida.
Al final una jornada perfecta, buen tiempo, buenas vistas y exigente. ¡Volveremos!
¡Cuesta, la cuesta!
Final de la segunda rampa.
José Manuel tras la segunda rampa.
Ángel ha superado el "muro"
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